sábado, 29 de diciembre de 2012

Las raíces evolutivas del 'sexo, drogas y rock and roll'



Un grupo de amigas celebra la Nochevieja del año pasado en Madrid. | Roberto Cárdenas
Un grupo de amigas celebra la Nochevieja del año pasado en Madrid. | Roberto Cárdenas

Casi dos millones de kilos de uvas, varios cientos de miles de toneladas de carnes, millones de litros de alcohol, junto a otros tantos cientos de miles de preservativos para los más afortunados, son los elementos que no pueden faltar en la despedida del año que será celebrada por casi todos los españoles en pocas horas. Aunque con menor intensidad, ningún festejo multitudinario carece de ellos. Y es que a los primates humanos nos gusta comer, beber y practicar el sexo, algo que también les sucede al resto de los grandes simios.
El ritual de despedida del año y recibimiento del nuevo comenzará con una gran comida en la que no faltarán las carnes, los mariscos, y para finalizar una buena tarta y/o surtido de turrones. El autocontrol y las dietas no se impondrán hasta días después. Los seres humanos, junto a otros primates, somos algunos de los animales que más engordamos, ya que poseemos mecanismos de acumulación de grasa que han sido favorecidos por selección natural para mantener reservas en épocas de escasez.
Ahora tratamos de evitar la obesidad a toda costa, pero gracias a que engordamos -y por ello somos capaces de no comer durante días-, hemos sobrevivido como especie. Los primates estamos adaptados como ningún otro organismo a la ingestión de grasas y azúcares, algo que otros animales no pueden con tanta facilidad. Esto permite que nuestro cerebro se alimente con mayor eficacia.
De esta manera, comiendo poco podemos obtener las calorías que nuestro cerebro necesita. Es por esta razón que los humanos perseguimos lo graso y lo dulce. Este tipo de alimentos nos producen más placer en el cerebro porque nos aportan la energía fundamental que nos ha hecho falta para sobrevivir durante los últimos millones de años.
A continuación, el cava y las copas serán los protagonistas de la celebración. A los monos también les gusta el alcohol y se emborrachan, como muchos harán en las próximas horas. Este es el caso de los monos vervet, los cuales han desarrollado una adicción al alcohol. Los turistas extranjeros, cuando descansan sobre la arena de las playas en la isla caribeña de Saint Kitts, dejan sus bebidas descuidadas. Los monos, se acercan con sigilo y se apropian de ellas.
Vídeo 1: El alcoholismo de los monos vervet
Pero hay más casos similares. En la India, donde los macacos son sagrados, no son raros los saqueos que incluyen la ingesta de algún tipo de bebida fermentada. Las consecuencias del alcohol en su organismo es muy parecida a las que nosotros sufrimos: fallos en la locomoción, caídas y finalmente somnolencia.
Los más marchosos, continuarán la fiesta en los diferentes cotillones y discotecas que se prolongarán hasta al amanecer. Los datos de la FAD (Fundación Anti Droga) y el Ministerio del Interior demuestran que en estas fechas aumenta el consumo de todo tipo de drogas. En los años 30, se realizaron unos experimentos sobre la adicción a las drogas con chimpancés. Hasta entonces se creía que la adicción era un fenómeno exclusivamente social y se negaba su enganche físico.
Vídeo 2: La borrachera de los macacos
Tras administrar a los chimpancés morfinas y opioides varios días, se les expuso a situaciones en las que debían escoger entre cajas que contenían comida u otras dosis de droga. Los chimpancés, preferían la caja que contenía la droga, lo que demostró el potencial adictivo de estas sustancias en primates humanos y no humanos.
Aquellos y aquellas con más suerte, se irán acompañados a casa con los primeros rayos del sol, y si el alcohol no se lo impide, practicarán sexo. Según varios estudios, los seres humanos copulan como media unas 3.500 veces en su vida, lo cual está muy lejos de las 6.000 de los promiscuos bonobos y chimpancés. Aún así, supone una cantidad récord si lo comparamos con otros mamíferos que apenas llegan a unos pocos centenares de encuentros.
Vídeo 3: La promiscua vida sexual de los bonobos
La principal diferencia es que la sexualidad humana no se restringe a un periodo de celo. La mujer está dispuesta a copular en cualquier momento del mes si así lo desea, ya que no guarda una conexión con la ovulación. Mientras que las hembras de otras especies animales sólo están disponibles y motivadas en periodos muy limitados (una vez al mes o cada varios meses), las mujeres no, lo cual nos permite practicar sexo con más frecuencia.
A los primates nos gusta la sensación que proporcionan las relaciones sexuales porque activan los centros del placer en el cerebro. También la música, la comida y las relaciones sociales lo hacen, ya que que han sido actividades muy útiles en la adaptación del ser humano. Todo ello sugiere que la orgía desenfrenada de 'sexo, drogas y rock and roll' a la que se entregan cada Nochevieja millones de primates humanos tiene profundas raíces en nuestro ADN.















































































































































































































Fuente: Diario EL MUNDO


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