Apple es una empresa universalmente admirada. Los usuarios de Mac, iPhone y iPad se cuentan por cientos de millones en todo el mundo. Muchos de ellos, además, son más que clientes. Son auténticos fanáticos de estos productos. Los prescriptores perfectos. Millones de ellos. La envidia de cualquier responsable de márketing o de ventas de cualquier compañía. Y creciendo. En el primer trimestre, la empresa californiana vendió 35 millones de iPhones, un 88% más que en el mismo periodo de 2011 y cinco millones por encima de las previsiones de los analistas.
Apple también puede ser envidiado por casi cualquier gestor. Desde hace más de un lustro, trimestre tras trimestre, presenta resultados siempre crecientes, acumulando un récord tras otro de ingresos y beneficios. Entre enero y marzo, la compañía de la manzana cerró el segundo mejor trimestre de su historia, sólo superado por el de las pasadas Navidades. Con un beneficio neto de 11.600 millones de dólares, un 94% más que en 2011, y una facturación de 39.200 millones, un 58% más, la compañía tumbó las estimaciones de los analistas, que preveían un crecimiento muy inferior.
El día de la presentación de los resultados, la compañía se disparó un 9% en bolsa para volver a superar los 600 dólares por acción, para consolidarse como la empresa más valiosa del mundo, con una capitalización superior a los 548.000 millones de dólares.
¿Burbuja?, ¿fiebre? De momento, no parece. A diferencia de otros gigantes de la era digital, como Facebook, Apple tiene un sólido modelo de negocio, utilizado como case study en cientos de escuelas de negocios. Está presente en toda la cadena de valor de las actividades empresariales con mayor potencial de crecimiento: los móviles, las aplicaciones, la música en Internet, la gestión de datos en la nube... Y no sólo está presente, sino que domina el juego de las relaciones con sus proveedores y con sus socios hasta el punto de imponer condiciones y comisiones que pocos se atreven a rechazar.
El resultado es que Apple gana tres dólares por cada diez que ingresa. Netos. Un margen de rentabilidad sobre ventas superior al 30% está al alcance de muy pocas grandes compañías en el mundo. Al menos, de entre las que dedican a negocios legales. Y es aquí, en la explicación de este enorme margen de negocio, donde se proyectan las grandes sombras sobre el gigante más admirado.
Según ha revelado The New York Times, la compañía con sede en Cupertino (California), factura gran parte de su negocio a través de sus oficinas en Nevada, un Estado donde no se tributa por impuesto de sociedades. En Europa, la compañía repite su estrategia al facturar a través de filiales irlandesas y redirigir parte de los beneficios a los Países Bajos, dos países con muy amplias exenciones de impuestos de sociedades y sobre el rendimiento del negocio. Lo mismo ocurre con las descargas de iTunes, que se facturan a través de una filial de Luxemburgo, prácticamente sin tributación. También pasa con Google o con Facebook. Ventajas de las empresas globales en la era digital.
Total: la empresa pagó 3.300 millones de dólares en impuestos de sociedades en todo el mundo por unos beneficios globales de 34.200 millones de dólares. Es decir, una tasa de fiscalidad inferior al 10%, menos de la mitad que los tipos más favorables en los grandes mercados en los que opera la compañía, donde apenas dejó rendimientos para el Estado, a pesar de ingresar ingentes cantidades por sus ventas.
Hace apenas cuatro meses, This American Life, un programa de la radio pública estadounidense NRP, reveló las condiciones en que trabajaban empleados de las plantas que producen en China los dispositivos de Apple, con menores entre los trabajadores y jornadas de 16 horas al día. Entonces, la empresa ordenó y publicitó numerosas auditorías... Ahora, tras la polémica de los impuestos, recuerda que genera más de 40.000 empleos sólo en EEUU. Pero nada de corregir su más que escasa tributación.
La ingeniería fiscal y la producción barata en plantas de Asia, legal aun con dudosas garantías laborables, explican en gran medida los espectaculares números de Apple. En cuanto al éxito de los productos, tiene mucho de la magia de Steve Jobs, un genio del márketing obsesionado por la perfección estética y técnica, largamente analizado. Pero también de la publicidad de los productos. Que por cierto no hace Apple, sino los operadores que venden sus productos. Y también la pagan. Unos genios.
Fuente: Expansión
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