(NCYT) Ahora, una investigación indica que la Era Espacial ha coincidido con un periodo de actividad solar inusualmente alta, referido como el Gran Máximo Solar. Debido a ello, el alcance durante las últimas décadas de algunos de los efectos protectores que ejerce la actividad solar al escudarnos contra radiaciones procedentes de otras regiones de la galaxia podría haber sido mayor de lo habitual. Los análisis de isótopos en capas de hielo y anillos de crecimiento anual de los árboles delatan que el actual Gran Máximo Solar es uno de sólo una veintena en los últimos 9.300 años, y sugieren que los altos niveles del campo magnético solar registrados durante la Era Espacial se reducirán en el futuro.
El nivel de radiación en el espacio cercano a la Tierra es de gran interés para científicos e ingenieros, ya que puede representar una amenaza para dispositivos artificiales, con consecuencias como por ejemplo daños en la electrónica de los satélites. También puede ser un peligro para la salud a los astronautas y, en menor medida, para la tripulación de aviones a gran altitud (por las muchas horas que, debido a su oficio, pasan volando).
Las principales fuentes de radiación espacial en nuestro vecindario sideral son los rayos cósmicos galácticos (que constituyen un flujo continuo de partículas de alta energía procedentes de fuera de nuestro sistema solar) y las partículas energéticas solares, que, en ráfagas cortas, son aceleradas hasta adquirir altas energías, por eventos explosivos más potentes de lo normal desencadenados en el Sol. La cantidad de radiación proveniente de estas dos fuentes que llega a las inmediaciones de la Tierra, es parcialmente controlada, de un modo complejo, por la fuerza del campo magnético solar.
Hay predicciones teóricas apoyadas por evidencias observacionales, de que una disminución en la fuerza promedio del campo magnético del Sol conduciría a un incremento en la cantidad de rayos cósmicos que llegan al espacio inmediato en torno a la Tierra.
Además, aunque una disminución en la actividad solar implicaría ráfagas menos frecuentes de partículas energéticas solares, hay modelos que predicen que las ráfagas disparadas serían más grandes y más perjudiciales.
Actualmente los aviones y las naves espaciales sólo están diseñados para ofrecer una protección adecuada frente a los niveles de radiación que se han observado en el transcurso de la Era Espacial. Una disminución en la actividad solar resultaría en mayores cantidades de radiación en el espacio inmediato alrededor de la Tierra y, por tanto, mayor riesgo de daños en naves y aviones, y en los astronautas y tripulaciones aéreas que viajan en ellos.
Comparando este Gran Máximo con la veintena de ejemplos anteriores, el equipo de Luke Barnard del Universidad de Reading en el Reino Unido predice que hay un 8 por ciento de probabilidades de que la actividad solar caiga hasta llegar a los niveles bajísimos que imperaron durante el Mínimo de Maunder, cuya fase más intensa duró aproximadamente de 1645 a 1715, y que también es conocido como la Pequeña Edad de Hielo por el descenso de las temperaturas que se documentó en diversas regiones de la Tierra. Los glaciares crecían de manera imparable en valles de zonas altas, engullendo pueblos; y hasta hay pinturas famosas de ese período en las que aparecen representadas escenas locales con situaciones hoy tan inauditas como la de personas patinando en un congelado río Támesis en Londres. En aquella época, el Sol exhibió muy pocas manchas solares.
Si la actividad solar desciende hasta ese nivel tan bajo en las próximas décadas, aparte de los posibles efectos climáticos en la Tierra, probablemente el flujo de rayos cósmicos galácticos en el entorno espacial inmediato del planeta se incremente en unas 2,5 veces respecto a los valores actuales.
Sin embargo, el escenario más probable es que la actividad solar descienda hasta aproximadamente la mitad de su valor actual en los próximos 40 años, en cuyo caso el flujo de rayos cósmicos se incrementará 1,5 veces, y las probabilidades de que se desencadenen grandes episodios de emisión de partículas energéticas solares aumentarán haciendo que de los actuales 5 episodios por siglo se pase a 8 por siglo.
En cualquier caso, todo parece apuntar a que la radiación en el entorno espacial inmediato de la Tierra, será más peligrosa en los próximos 40 años.
El nivel de radiación en el espacio cercano a la Tierra es de gran interés para científicos e ingenieros, ya que puede representar una amenaza para dispositivos artificiales, con consecuencias como por ejemplo daños en la electrónica de los satélites. También puede ser un peligro para la salud a los astronautas y, en menor medida, para la tripulación de aviones a gran altitud (por las muchas horas que, debido a su oficio, pasan volando).
Las principales fuentes de radiación espacial en nuestro vecindario sideral son los rayos cósmicos galácticos (que constituyen un flujo continuo de partículas de alta energía procedentes de fuera de nuestro sistema solar) y las partículas energéticas solares, que, en ráfagas cortas, son aceleradas hasta adquirir altas energías, por eventos explosivos más potentes de lo normal desencadenados en el Sol. La cantidad de radiación proveniente de estas dos fuentes que llega a las inmediaciones de la Tierra, es parcialmente controlada, de un modo complejo, por la fuerza del campo magnético solar.
Eyección de masa coronal. (Foto: NASA / SDO)
Además, aunque una disminución en la actividad solar implicaría ráfagas menos frecuentes de partículas energéticas solares, hay modelos que predicen que las ráfagas disparadas serían más grandes y más perjudiciales.
Actualmente los aviones y las naves espaciales sólo están diseñados para ofrecer una protección adecuada frente a los niveles de radiación que se han observado en el transcurso de la Era Espacial. Una disminución en la actividad solar resultaría en mayores cantidades de radiación en el espacio inmediato alrededor de la Tierra y, por tanto, mayor riesgo de daños en naves y aviones, y en los astronautas y tripulaciones aéreas que viajan en ellos.
Comparando este Gran Máximo con la veintena de ejemplos anteriores, el equipo de Luke Barnard del Universidad de Reading en el Reino Unido predice que hay un 8 por ciento de probabilidades de que la actividad solar caiga hasta llegar a los niveles bajísimos que imperaron durante el Mínimo de Maunder, cuya fase más intensa duró aproximadamente de 1645 a 1715, y que también es conocido como la Pequeña Edad de Hielo por el descenso de las temperaturas que se documentó en diversas regiones de la Tierra. Los glaciares crecían de manera imparable en valles de zonas altas, engullendo pueblos; y hasta hay pinturas famosas de ese período en las que aparecen representadas escenas locales con situaciones hoy tan inauditas como la de personas patinando en un congelado río Támesis en Londres. En aquella época, el Sol exhibió muy pocas manchas solares.
Si la actividad solar desciende hasta ese nivel tan bajo en las próximas décadas, aparte de los posibles efectos climáticos en la Tierra, probablemente el flujo de rayos cósmicos galácticos en el entorno espacial inmediato del planeta se incremente en unas 2,5 veces respecto a los valores actuales.
Sin embargo, el escenario más probable es que la actividad solar descienda hasta aproximadamente la mitad de su valor actual en los próximos 40 años, en cuyo caso el flujo de rayos cósmicos se incrementará 1,5 veces, y las probabilidades de que se desencadenen grandes episodios de emisión de partículas energéticas solares aumentarán haciendo que de los actuales 5 episodios por siglo se pase a 8 por siglo.
En cualquier caso, todo parece apuntar a que la radiación en el entorno espacial inmediato de la Tierra, será más peligrosa en los próximos 40 años.
Fuente: Solociencia
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