El profesor Henrik Svensmark, de la Universidad Técnica de Dinamarca (DTU) escrutó los últimos 500 millones de años de datos geológicos y astronómicos, y tuvo en cuenta la proximidad del Sol a las supernovas, a medida que se movía alrededor del centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea. En particular, cuando el Sol pasa a través de los brazos espirales de la Vía Láctea, se encuentra con grupos de estrellas en formación. Tales grupos, de edades variadas, se conocen como cúmulos abiertos, y su población estelar, que se dispersa con el paso del tiempo, comienza poseyendo una pequeña proporción de estrellas lo bastante masivas como para explotar en forma de supernova. A partir de los datos sobre los cúmulos abiertos, el profesor Svensmark fue capaz de deducir cómo varió con el tiempo la frecuencia con que surgieron supernovas cerca de nuestro sistema solar.
Comparando esta cifra con el registro geológico, ha constatado que los cambios en la frecuencia de aparición de supernovas cercanas parecen haber influido mucho en las condiciones para la vida en la Tierra, y además de un modo bastante insólito: Cada vez que el Sol y sus planetas han visitado las regiones de mayor formación estelar en la Vía Láctea, caracterizadas por una mayor abundancia de supernovas, la vida ha prosperado. "La biosfera parece contener un reflejo del cielo, por cuanto la evolución de la vida refleja la evolución de la galaxia", comenta sugerentemente Svensmark.
Supernova M45. (Foto: NASA, ESA y AURA/Caltech)
Fuente: Diario Expansión
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