miércoles, 15 de febrero de 2012

Explisión de una estrella a finales del siglo XIX


La estrella Eta Carinae brilló de tal modo que los científicos de la época llamaron al evento la «Gran Erupción». Sus colegas del siglo XXI explican que las cosas no sucedieron como creíamos


La misteriosa explosión estelar de 1838
CARNEGIE
El «eco» de la luz de la estrella Eta Carinae
Eta Carinae, una de las estrellas más masivas de nuestra galaxia, incrementó inesperadamente su brillo a mediados del siglo XIX. Durante diez años, se convirtió en la segunda estrella más brillante en el cielo, pero después desapareció de la vista y en la actualidad ni siquiera se encuentra entre las cien primeras. En aquella época, el aumento de su luminosidad fue tan grande que se ganó el nombre de la Gran Erupción. Una nueva investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad de Carnegie en Pittsburgh (Pensilvania, EE.UU.) ha descubierto que este estallido se produjo de forma muy diferente a lo que se creía hasta ahora. El trabajo aparece publicado en la revista Nature.
Eta Carinae pertenece al grupo de las variables luminosas azules (LBV, por sus siglas en inglés), lo que significa que tiene períodos de penumbra seguidos por otros de brillo. Estas variaciones en el brillo están causadas por un aumento de la inestabilidad y la pérdida de masa. La Gran Erupción fue un evento extremo y único ocurrido entre 1838 y 1858 en el que la estrella, que tiene más de 100 veces la masa del Sol, perdió varias veces la masa del astro rey. Hasta ahora, los científicos han creído que este raro tipo de erupción fue causado por el viento estelar.
El equipo de científicos, dirigido por Armin Rest, del Space Telescope Science Institute, utilizaron imágenes de Eta Carinae durante ocho años para estudiar los ecos de luz de la Gran Erupción. Por primera vez, observaron luz de la erupción en el polvo interestelar a decenas de años luz de la estrella. Esas decenas extra de años luz significa que la luz está llegando a la Tierra ahora en lugar de en el siglo XIX, cuando la gente la observó viajando hacia nuestro planeta.
Los investigadores utilizaron los telescopios del observatorio Las Campanas, en Chile, para obtener los espectros de los ecos de luz. Los espectros les permiten separar la luz en sus componentes, como una gota de lluvia actúa de forma natural como un prisma y separa la luz solar en los colores del arco iris. Estas observaciones dar información importante sobre la composición química, la temperatura y la velocidad del material expulsado durante la erupción.

Más fría

Sorprendentemente, estas observaciones muestran que la Gran Erupción es diferente de las llamadas «supernovas impostoras», acontecimientos en las inmediaciones galaxias que se cree que son erupciones de variables luminosas azules. Por ejemplo, la Gran Erupción fue significativamente más fría de lo que se supone en estos casos, 5.000 grados Kelvin en vez de los 7.000 que mínimos que debería tener. «La Gran Erupción ha sido considerada el prototipo para todas las supernovas impostoras», explica Prieto, «pero las investigaciones indican que en realidad es un evento muy singular».
De este modo, los científicos aún no saben qué fenómeno provocó que Eta Carinae explotara y perdiera tal cantidad de masa sin ser destruida. Según explican, hacen falta más investigaciones para aclarar el misterio.

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