Apenas unos minutos después de que las últimas estrellas se desdibujaran del cielo de Kurú, en la Guayana Francesa, comenzaban a rugir los motores del cohete Soyuz-Fregat en el Puerto Espacial Europeo. En el cielo prácticamente despejado, una bola de fuego trazaba el recorrido del lanzador que ha puesto en órbita la sonda Gaia, el sofisticado telescopio de la Agencia Espacial Europea (ESA) que ya va al encuentro de mil millones de esas estrellas, un 1% de las que se calcula hay en nuestra galaxia, para estudiarlas en profundidad.
"Vole mon petit" ("¡vuela mi pequeño!"), exclamó uno de los trabajadores de la ESA que asistió al lanzamiento de la misión, mientras el cohete se perdía en el horizonte e iniciaba la odisea espacial que le llevará a explorar la Vía Láctea. Eran las 6.12 (10.12, hora peninsular española) cuando culminaba por fin este proyecto que nació hace dos décadas y cuyo objetivo será cartografiar nuestra galaxia en tres dimensiones con la mayor precisión lograda hasta ahora. Tras la tensión y los nervios del despegue, los ingenieros de la Agencia Espacial Europea al fin suspiraban aliviados en la sala de control de la misión.
Cuarenta y dos minutos después del despegue, se producía laseparación del módulo en el que se encontraba el telescopio espacial, que viaja ya rumbo a su destino: L2, uno de los denominados cinco "puntos de Lagrange". Se trata de un lugar donde las fuerzas gravitacionales del Sol, la Tierra y la Luna se encuentran equilibradas, por lo que ofrece un ambiente térmico estable con una radiación moderada, lo que ayudará a que no se deterioren demasiado sus instrumentos, protegidos por un gran parasol que se ha desplegado segundos después de que la nave se separara del cohete Soyuz. Una compleja maniobra que según relató visiblemente contento Álvaro Giménez, responsable del programa científico de la Agencia Espacial Europea (ESA), "se realizó a la perfección a la primera". Fue entonces cuando desde el centro de control de Kurú se recibieron por primera vez las señales de contacto de la sonda y los ingenieros celebraron con aplausos el éxito de la misión.
"Es la máquina soñada por los astrofísicos", aseguró Giménez sobre Gaia, de la que esperan que también descubra muchos otros objetos de nuestra galaxia, como miles de asteroides y planetas fuera de nuestro Sistema Solar.
El coste total de la misión asciende a 750 millones de euros. Pilar Román, delegada del programa científico del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), precisa que "España ha aportado aproximadamente el 7,5% de este presupuesto, una aportación que, como ocurre con todos los programas espaciales, se ha traducido en contratos para nuestras empresas". Según detalla, el retorno para España en esta misión ha sido del 11,5% de los aproximadamente 375 millones que se han dedicado a los contratos industriales (alrededor de la mitad). "Gaia ha sido un buen negocio para España", asegura Álvaro Giménez, quien defiende que "nuestra sociedad quiere vivir mejor y para eso tenemos que ser más competitivos. La única manera de crecer es teniendo innovación, pues la producción pura y dura la hacen más barata fuera de Europa. Y se crece desarrollando la ciencia, sin conocimiento no hay innovación", sostiene.
Una misión aplazada
El despegue, previsto inicialmente para septiembre, fue posponiéndose hasta apurar el año. El pasado mes de octubre, un problema técnico detectado en uno de los componentes retrasó un mes el lanzamiento. Y si los científicos estaban deseando poner la nave en órbita, los investigadores que trabajarán con los datos que suministre están impacientes por obtener las primeras transmisiones que lleguen durante el primer año. No obstante, habrá que esperar para obtener la información más valiosa que recopile Gaia, dotada con la cámara digital más potente enviada en una misión espacial. La misión proporcionará un archivo de datos superior a un petabyte (un millón de gigabytes). La información llegará a los centros situados en Nueva Norcia (Australia) y en Cebreros (Ávila), mientras que las operaciones científicas se llevarán a cabo desde el Centro Europeo de Astronomía Espacial localizado en Villafranca del Castillo (Madrid). Y es que, según Giménez, el principal reto de esta misión "no es tanto su complejidad desde el punto de vista técnico como la gigantesca cantidad de datos que habrá que procesar".
Como país miembro de la ESA, tanto empresas como centros de investigación españoles forman parte de la misión. Además de las empresas aeroespaciales que han fabricado componentes, los científicos de la Universidad de Barcelona, el Grupo Gaia Galicia, el Centro de Astrobiología, CESCA y Barcelona Supercomputing Center analizarán y procesarán la ingente cantidad de datos que irá suministrando la sonda espacial.
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