Abraham Loeb, astrofísico de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachussetts (EE.UU.) sugiere en una investigación teórica publicada
en arXiv que
la vida podría haber existido justo después del Big Bang, la gran explosión que, según la teoría generalmente aceptada, dio origen al Universo. Los cálculos del científico apuntan a que el
agua líquida, un requisito indispensable para la vida tal y como la conocemos, pudo haberse formado en planetas rocosos solo 15 millones de años después del estallido.
Hoy en día, la temperatura del fondo cósmico de microondas, el resplandor del Big Bang, es de solo 2,7º kelvin , pero en sus comienzos, apunta Loeb, podría haberse mantenido mucho más caliente, a unos 300ºkelvin. En ese momento, en los lugares del Universo donde la materia es excepcionalmente densa, podrían haberse formado estrellas masivas, de corta vida, que habrían enriquecido el ambiente con elementos más pesados necesarios para hacer planetas. Según el astrofísico, durante 2 millones o 3 millones de años
todos los planetas rocosos habrían sido capaces de mantener agua líquida, independientemente de la distancia a la que se encontraran de su estrella. «
Todo el Universo fue una vez una incubadora para la vida», afirma Loeb en la web de la revista
Nature. Lo llama
«la época habitable».
Según Loeb, en esa época la materia era tan densa que incluso si la energía del vacío hubiera sido un millón de veces más fuerte, no habría impedido la formación de estrellas y planetas rocosos, y el surgimiento de la vida.
Nature ha preguntado a varios científicos qué les parece la propuesta de su colega de Harvard, y las respuestas varían. Christopher Jarzynski, biofísico de la Universidad de Maryland, pone en duda que la vida hubiera podido existir en una forma uniforme en un Universo cálido. Alexander Vilenkin cosmólogo de la Universidad de Tufts en Medford, Massachusetts, asegura que unos pocos millones de años es un tiempo demasiado corto para producir vida inteligente. Sin embargo, Freeman Dyson, físico en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, Nueva Jersey, apunta que la vida podría ser más adaptable de lo que pensamos.
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