domingo, 12 de enero de 2014

El deber de ejemplaridad en los líderes de la manada

Según el Antiguo Testamento, Dios cedió a enviar al Rey Saulo para gobernar a los israelitas, muy a su pesar, porque el pueblo pedía con gran insistencia un monarca que administrara justicia. En la España de hoy, la posible implicación de miembros de la Casa Real en un caso de fraude fiscal y blanqueo de dinero, las excursiones de caza del Rey Juan Carlos y la indecencia de algunos políticos han abierto un interesante debate sobre cuáles son las funciones de la monarquía y cómo deben comportarse quienes nos gobiernan. La revisión del fenómeno del liderazgo desde el conocimiento de las sociedades preindustriales, como son las bandas y tribus, además de la observación de los chimpancés en libertad añaden información interesante a la discusión.
Las bandas de cazadores recolectores de las cuales provenimos los humanos actuales estaban caracterizadas por una organización social más o menos igualitaria. Algunas personas se convirtieron en líderes porque poseían conocimientos especiales o capacidades que el resto no. Otros simplemente eran fuertes y por lo tanto representaban un recurso valioso para defender al grupo de los peligros externos, como también hacen los machos alfa de chimpancé. Estos individuos estaban en la mejor posición para transmitir a sus hijos dichas habilidades y conocimientos, con lo que era frecuente que al llegar a la madurez también se convirtieran en líderes, pero aún no era un asunto hereditario.
Además, excepto cierta influencia en las decisiones, los beneficios de ser jefe eran escasos. Por ejemplo, en la Polinesia, los big man eran los jefes de la comunidad. Para mantener su lealtad, se preocupaban por el bienestar del grupo y daban ejemplo con sus acciones. De no hacerlo, generaban rechazo como nos está ocurriendo a los españoles. 
Aunque no sucedió igual en todo el mundo, hace 8.000 años aproximadamente, una parte de la población mundial dejó de ser nómada para siempre y nos asentamos para convertimos en sociedades agrícolas y ganaderas. Almacenar comida o animales domésticos nos cambió por completo. La tierra, antes sin valor, ahora era objeto de lucha. Aquel liderazgo natural de los humanos dio paso a otro muy distinto. Fue entonces cuando se institucionalizó y los poderosos se inventaron títulos de todo tipo para formalizar su poder y conservar el monopolio sobre los recursos y propiedades. Dio comienzo la transmisión de títulos por herencia.
Estos jefes tenían muchos seguidores, pero a pesar de ello, debían poner mucho empeño en no descontentarlos, ya que rivalizaban con otros líderes de la zona que podían atraerlos a su favor en cualquier momento. Las razones para permanecer eran el reparto de comida en épocas de escasez y la resolución de conflictos, pero también la capacidad de administrar justicia. En este sentido, el litigio entre dos mujeres que resolvió el Rey Salomón lo ilustra a la perfección.
Por esta razón, nos genera tanto rechazo los comportamientos de gobernantes que atentan contra aquel liderazgo ancestral basado en la justicia y el bienestar colectivo. Pero ¿cómo pedir justicia a quién se la salta? En algunas monarquías africanas practicaban el ritual del rey payaso. En su celebración, durante un día al año, el monarca debía vestirse con atuendos que provocaban la risa y el pueblo podía insultarle. De esta manera le recordaban que la monarquía estaba al servicio del pueblo y que no había ningún Rey que estuviera por encima de la monarquía, ya que cumplía funciones vitales para la continuidad del grupo. 
Pero no sólo los humanos se preocupan por las funciones de los líderes. Los chimpancés, por ejemplo, una vez que ascienden al poder, de no resolver más problemas de los que generan, el grupo entero comenzará a conspirar en su contra. Por esta razón, los buenos líderes de chimpancés se preocupan mucho por su fama, es decir, del prestigio. Los primates cedemos parte de nuestra autonomía en favor de algunos individuos con la esperanza de que el colectivo al completo se vea beneficiado de dicha transferencia de poder. Así ha sido desde el comienzo de los tiempos y así debería seguir siéndolo. Los que poseen el poder deben ser un ejemplo para el pueblo o de lo contrario contravienen las reglas más básicas de nuestra evolución como especie.´




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