La nave espacial
Voyager 1, lanzada al espacio por la NASA en 1977, ha cruzado, por fin, la última frontera del Sistema Solar y
se ha adentrado en el espacio interestelar, algo que no había logrado hasta ahora ningún artefacto humano. Esto es lo que afirman responsables de la misión, que han publicado en la prestigiosa revista
Science nuevos datos proporcionados por la sonda que consideran «concluyentes», datos que indican que la nave
abandonó la heliosfera, la burbuja invisible de partículas cargadas que emite el Sol en todas direcciones y que envuelve nuestro sistema planetario, hace más de un año, alrededor del
25 de agosto de 2012.
La Voyager 1 se encuentra ahora a 19.000 millones de kilómetros de nuestro Sol, donde nada proveniente de nuestro mundo había llegado jamás. Pero, ¿en qué lado de la barrera, dentro o fuera del Sistema Solar? El debate comenzó el 25 de agosto de 2012, cuando los instrumentos de la Voyager 1 registraron una fuerte caída, cercana a cero, de los rayos cósmicos que se producen dentro de la heliosfera, al mismo tiempo que detectaban un incremento de los rayos cósmicos que se producen en el frío, oscuro e inexplorado espacio profundo. Los astrónomos se entusiasmaron ante lo que parecía una señal clara del salto interestelar, pero no les quedó más remedio que reconocer que, entonces, no había evidencias suficientes para afirmarlo.
Algunas investigaciones apuntaron más tarde que la Voyager había entrado en una especie de «autopista magnética» hacia ese «más allá» espacial y,
también en Science, se publicaron hace algunos meses tres estudios que indicaban que la nave se había adentrado en una región desconocida, pero aún dentro del Sistema Solar, en el límite del espacio profundo. En uno de esos estudios participaba el equipo de Leonard Burlaga, del centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA, que también firma la nueva investigación junto a colegas de la Universidad de Iowa y de la Universidad Católica de América en Washington.
Oscilaciones de plasma
La clave para aclarar el embrollo, en la que se apoyan estos investigadores, son nuevas mediciones de las oscilaciones en la densidad del plasma -la «sopa» cargada de baja energía y partículas neutras que impregna el espacio- alrededor de la nave. Esas mediciones no habían podido ser realizadas hasta ahora, ya que un instrumento destinado a esa tarea se estropeó cuando la nave pasó Saturno. Algo lamentable ya que, según los científicos, resultaban fundamentales para llegar a una conclusión definitiva. El líder del equipo, Donald Gurnett, de la Universidad de Iowa, encontró la forma para medir el plasma de forma indirecta cuando el Sol envía una eyección de masa coronal o una explosión masiva de viento solar en el camino de la Voyager. Y sus resultados son consistentes con las predicciones teóricas sobre el medio interestelar.
El pasado 9 de abril, la Voyager 1 registró el inicio repentino de oscilaciones del plasma a una frecuencia de 3,1 kHz después de una explosión masiva de viento solar. Esa frecuencia implicaba una densidad de plasma 80 veces más grande de lo que nunca se había visto en el interior de la heliosfera y cerca de la densidad que los astrónomos esperan encontrar en el espacio interestelar. Dado que la Voyager 1 viaja alrededor de 3,5 unidades astronómicas por año (una unidad astronómica es la distancia media entre la Tierra y el Sol, más de 149 millones de kilómetros), los investigadores sugieren que la densidad de electrones aumenta alrededor de un 19% por cada unidad astronómica, por lo que infieren que el 25 de agosto de 2012, unos días más o menos, la nave cruzó la burbuja invisible del Sistema Solar. «Saltamos literalmente de nuestros asientos cuando vimos estas oscilaciones en los datos, que nos demostraban que la nave se encontraba en una nueva región, comparable a lo que se esperaba del espacio interestelar y totalmente diferente a la de la burbuja solar», dice Gurnett. «Está claro que había pasado a través de la heliopausa, que es el límite entre el plasma solar y el plasma interestelar».
Un salto para la humanidad
«Ahora que tenemos nuevos datos clave, creemos que este es un salto histórico de la humanidad en el espacio interestelar», asegura Ed Stone, científico del proyecto Voyager en el Instituto Tecnológico de California, en Pasadena. «El equipo Voyager necesitaba tiempo para analizar las observaciones y darles sentido, pero ahora podemos responder a la pregunta que todos hemos estado pidiendo: ¿Ya estamos ahí? Sí, lo estamos».
De momento, la Voyager 1 se encuentra en una zona del espacio interestelar en la que todavía hay influencia del Sol. Los científicos no saben cuándo alcanzará una zona tranquila donde no lleguen estos efectos. Igualmente, no están seguros de cuando la sonda gemela Voyager 2 cruzará al otro lado, pero creen que no tardará mucho.
A pesar de ser un anuncio oficial, algunos astrónomos no están de acuerdo con que el trabajo sea concluyente. «No hemos cruzado. Podemos explicar cada resultado de la Voyager de una manera natural», afirma Lennard Fisk, de la Universidad de Michigan. La sonda seguirá en funcionamiento hasta 2025, así que el tiempo dirá quién tiene razón.
Visitantes de planetas
La Voyager 1 fue lanzada al espacio en septiembre de 1977 pocos días después de su gemela, la Voyager 2, ambas con la misión de explorar el Sistema Solar. Entre las dos han «visitado» Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, y 48 de sus satélites. Incorporan unas baterías de plutonio que las harán funcionar hasta 2025, momento en que dejarán de enviar datos. Ambas portan una grabación en discos de cobre con sonidos e imágenes de la vida en la Tierra, por si hay alguien ahí fuera.
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